La medida del tiempo (IV). El calendario maya

Observatorio "El Caracol" de Chichén Itzá (Wikimedia)
Hace dos décadas el calendario maya era un tema que a pocos preocupaba; una curiosidad más de tantas que se podían leer en revistas más o menos especializadas. Por entonces los mistabobos estaban más centrados con nuestro calendario gregoriano y su año 2000, que al final pasó sin pena ni gloria, pues de hecho por no cambiar ni lo hizo el milenio (que realmente comenzó en 2001). Sin embargo hoy lo verdaderamente difícil es encontrar una publicación medianamente rigurosa sobre el tema entre el millón de resultados que arroja un buscador web y los 1800 libros que dicen tratar de los mayas y sus profecías -con los que Dante hubiera podido imaginar empedradas las escaleras del infierno- a los que hay que sumar un número ingente de documentales y alguna que otra superproducción de cine. Y a pesar de ser un tema muy trillado es mi deber continuar con la serie de artículos sobre los calendarios, aprovechando de paso que ahora el asunto está calentito.

El calendario maya es un sistema de cómputo peculiar y complejo, resultado de la obsesión por el tiempo de estos pueblos y de su meticulosa observación del cielo y sus ciclos. Al igual que en otras civilizaciones, la astronomía maya estaba ligada a la agricultura y a los ciclos climáticos, y la observación de los cambios cíclicos en el cielo era una forma de intentar anticiparse a los cambios terrenales. Como en el caso egipcio y sumerio, tenía una función ritual y adivinatoria dotando de un gran poder a sacerdotes y gobernantes, que aparentaban controlar -o provocar- los fenómenos de los que dependía la vida del pueblo, siempre y cuando se realizaran correctamente determinados rituales.

La civilización maya vivió su mayor esplendor entre los siglos IV y X de nuestra era, durante el conocido  como "periodo clásico", época en la que se desarrollaron un buen número de ciudades-estado (en muchas ocasiones rivales) por un área geográfica que hoy comprende el extremo meridional de México, Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador. Cuando los españoles llegaron a Centroamérica las principales ciudades ya habían sido abandonadas y tragadas por la selva, y los descendientes de sus pobladores se habían dispersado por el territorio organizados en algunos pequeños estados hostiles entre sí. Los mayas -como pueblo- no desaparecieron, sino que se produjo el colapso de una civilización urbana posiblemente debido a varios factores, como cambios climáticos relacionados con las corrientes oceánicas (El Niño) que originaran una crisis agraria y las consiguientes hambrunas, provocando una crisis social y el recrudecimiento de las guerras entre ciudades. Igual que en nuestros tiempos, en una época de esplendor y desarrollo las ciudades son foco de atracción porque ofrecen más oportunidades y calidad de vida, pero en episodios de crisis y caos social se vuelven insostenibles y la población tiende a abandonarlas, lo que debió ocurrir en el caso maya. Hay quien defiende que en algún caso el abandono de las ciudades pudo obedecer a motivos religiosos, en cumplimiento de designios señalados por los ciclos temporales. Las ruinas de las principales urbes de esta civilización fueron descubiertas hace poco tiempo -en el siglo XIX- y no ha sido hasta la década de los 80 del siglo XX cuando se ha avanzado significativamente en la comprensión de su escritura, lo que ha contribuido al halo de misterio que rodea todo lo relacionado con la civilización maya. El descifre de sus glifos así como el estudio de las ciudades ha puesto de manifiesto que los mayas desarrollaron una meticulosa observación de los ciclos del Sol, la Luna y algunos planetas. El caso más destacado es el de la ciudad de Copán, donde la arquitectura está especialmente impregnada de significado astronómico y religioso.

Estela en la ciudad de Copán (Wikimedia)

El interés por la observación de los ciclos astronómicos estaba motivado por la necesidad de establecer un sistema cronológico preciso tanto civil como ritual. La comprensión de este calendario pasa por entender sus matemáticas, basadas en un sistema de numeración vigesimal, es decir, tomando como base el número 20 en lugar del 10 (como hacemos nosotros) o el 60 (como hacían en Mesopotamia y seguimos utilizando para medidas angulares); esto puede estar originado porque empleaban manos y pies para el cómputo. Para expresar un número utilizaban tres símbolos: un punto para el 1, una barra horizontal para el 5 y una concha para el 0. El sistema de numeración era posicional, el valor del símbolo y su aportación venía determinado por la posición, igual que hacemos nosotros salvo que colocaban la secuencia vertical en vez de horizontal. En ocasiones el punto y la barra eran sustituidos por elementos más elaborados como cabezas y formas humanas.

Realmente los mayas tenían dos tipos de calendario: uno ritual de 260 días (llamado Tzolk'in) y otro solar de 365 días (llamado Haab). El calendario ritual consiste en 20 nombres de días alternando con números del 1 al 13, de modo que el nombre de un día se repite cada 260 días (13x20); es decir, 13 meses de 20 días en los que se nombra el día y se numera el mes. Este calendario tan diferente del año trópico sólo se da en las culturas antiguas de Mesoamérica y su origen aún no está claro, pues existen diversos ciclos astronómicos que se aproximan a esta cifra: por ejemplo Venus reaparece como estrella matutina cada 263 días y el periodo sinódico de Marte es tres veces 260 días. Así, es probable que el calendario ritual tenga alguna relación con los ciclos de Venus (noh ek, la gran estrella) o Marte, pues estos planetas -sobre todo el primero- tenían gran importancia en su vida religiosa.

Por otro lado el calendario Haab se acerca a la duración del año solar y está formado por 18 nombres de meses constituidos por 20 días (que se numeran del 0 al 19), lo que da 360 días a los que se suman 5 días aciagos (Uayeb, sin nombre). Lo que no sabemos es si los mayas conocían la verdadera duración del año solar (365'25 días) y si por tanto realizaban la corrección de los bisiestos o no. Estos dos cómputos los llevaban a la vez, combinándolos para dar nombre a un día. Como consecuencia una fecha sólo se repetía cada 52 años Haab o 73 años Tzolk'in, o cada 18.980 días. Nosotros nombramos una fecha por su número de día seguido del nombre del mes, y se repite cada 365 días (lo que hacemos es añadirle el número de año para distinguirlas); los mayas combinaban dos nomenclaturas: nombre del día y número de mes del calendario Tzolk'in y número de día y nombre de mes del calendario Haab, lo que les permitía definir un ciclo de 18.980 días, que más tarde los mexicas denominaron xiuhmolpilli (atadura de años), y que era el periodo de tiempo en que se repetía una fecha.

Panorámica de la ciudad de Uxmal (Wikimedia)

La unidad básica de tiempo era el día solar, llamado k'in; 20 días formaban 1 uinal y 18 uinal daban 1 tun (360 días). Para distinguir fechas en periodos mayores de 18.980 días (52 años Haab) idearon el sistema de la Cuenta Larga. En este cómputo entran en juego el katún (formado por 20 tun) y el baktún (20 katún o 144.000 días). Una fecha en la cuenta larga se denomina por 5 números, por ejemplo 3.10.7.1.8, que indicaría que se corresponde al día 8 del uinal 1 del tun 7 del katún 10 del baktún 3. En la cuenta larga el origen de tiempo (la fecha 0.0.0.0.0) se sitúa en un pasado que se cree que corresponde al 11 de agosto del año 3.114 a.C. de nuestro calendario (aunque sobre esto aún no hay consenso). A partir de esta fecha se van añadiendo días hasta completar un ciclo de 13 baktun que equivale a unos 5.100 años. La última fecha de este periodo sería la 12.19.19.17.19, que según la equivalencia más aceptada correspondería con el 20 de diciembre de 2012; el día siguiente (13.0.0.0.0) correspondería al primero del nuevo ciclo.

Así, los mayas usaban tres cómputos para diferentes finalidades. El calendario Haab podría considerarse el de origen civil al ser el más próximo al año solar, mientras que el Tzolk'in tenía una finalidad ritual. No obstante una fecha se nombraba combinando la denominación en ambos cómputos, de modo que no se repetía en 52 años. Sin embargo para la datación de sucesos históricos o fechar eventos de importancia los mayas utilizaban la cuenta larga, un sistema que nombraba la fecha con una combinación numérica de base 20 que abarcaba un periodo de unos 5.100 años (13 baktun). Aunque este ciclo les era suficiente para no repetir fechas en más de lo que llegaron a durar sus ciudades, la obsesión de los mayas por el tiempo les llevó a definir en algún caso periodos aún más grandes y fechas correspondientes a cientos de millones de años en el pasado.

La siguiente ilustración esquematiza de un modo muy gráfico lo expuesto (tomada de La Historia con Mapas).

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Y todo el revuelo con el año 2012 ¿a qué se debe? En primer lugar porque según alguna de las equivalencias establecidas entre la cuenta larga de los mayas y nuestro calendario, el ciclo de 13 baktun se cumple del 20 al 21 de diciembre de este año. Pero hay que resaltar que no existe unanimidad a la hora de fijar la equivalencia de la fecha 0.0.0.0.0, y por tanto no se puede afirmar categóricamente que esta sea la fecha de cambio de era de los mayas. Y en cualquier caso si realmente lo fuera ¿qué trascendencia tiene? Pues no mucha, y ni siquiera para los propios mayas, porque apenas hay referencias a esta fecha entre los monumentos repartidos por todas sus ciudades antiguas. Según el epigrafista Hugo García Capistrán sólo en dos monumentos mayas está inscrita la fecha del 21-23 de diciembre del 2012, que cierra una cuenta de 13 baktunes: la Estela 6 de El Tortuguero (Chiapas) y otro monumento en La Corona, Guatemala, pero si los comparamos con los cerca de ocho mil monumentos con inscripciones jeroglíficas, se entiende que esta fecha no era tan importante para los mayas.

La cacofonía mediática sobre este tema ha tomado precisamente como "prueba profética" un fragmento de la estela 6 encontrada en el Tortuguero, a la que se le han dado interpretaciones de lo más enrevesadas, llegando algunos a hacer verdaderos ejercicios de invención. La traducción viene a decir algo así como que se completará el decimotercer baktún y en la fecha 4 ahau 3 kankin el dios Bolón Yokté descenderá en el cielo. De esto al "fin del mundo" hay un trecho. Además, como en cualquier lectura, para hacer una interpretación correcta no se puede aislar un fragmento del resto y del contexto en el que fue escrito. Por eso es mejor tener en cuenta la opinión de la primera persona que tradujo la estela completa, el historiador Alfonso Arellano Hernández (del Centro de Estudios Mayas de la UNAM) que en una entrevista sobre el tema explica que la estela narra la biografía de un gobernante, Ahpo Bahlum, ahau o señor de El Tortuguero, quien era primo de Pakal II, señor de PalenqueEl texto celebra los 25 años en el trono cumplidos por Ahpo Bahlum (accedió al gobierno en 644 d.C.), al igual que la proyección a un futuro lejano para el propio gobernante: 1344 años contados desde 669 d.C., lo cual llega al día 23 de diciembre de 2012, fecha vinculada con el solsticio de invierno. Como en toda fecha maya, se hacían augurios y pronósticos: en este caso, el dios Bolón Yokté' –quien creó el tiempo y el espacio de acuerdo con el Chilam Balam de Chumayel, al caminar– descenderá “en” el cielo (no “del” cielo), tal vez como gobernante.

La estela de El Tortuguero y el fragmento que ha dado pie a tantas elucubraciones

Así que los mayas en ningún caso profetizaron algo parecido a un apocalipsis para 2012, de hecho no hay vestigios de que le dieran especial importancia a esta fecha. Los mayas no hablaban de un "fin del mundo" en nuestra acepción bíblica, sino que creían en una larga serie de ciclos de renovación necesarios para que el Universo siga existiendo. La versión apocalíptica de este asunto es realmente una mutación provocada por nuestra óptica judeocristiana, de la que forma parte indisoluble la idea del fin del mundo y el juicio final. De hecho existe un catálogo interminable de días del juicio final, especialmente aventados cuando se aproximaba un cambio de siglo o milenio, desde los judíos zelotes y las primeras sectas cristianas bajo la ocupación romana (contexto en que se fraguó el libro de las Revelaciones), hasta hace poco con el año 2000, pasando por episodios esperpénticos protagonizados por charlatanes que llevaban al suicidio a sus seguidores.

Los defensores de las teorías apocalípticas o de cambios de enorme calado en 2012 carecen por tanto de pruebas arqueológicas que respalden que alguna vez los mayas profetizaron algo parecido. Será ese el motivo que les ha llevado a la construcción de un entramado supuestamente científico para cimentar sus afirmaciones. Son dos los argumentos astronómicos que arrojan para afirmar que estamos ante el fin del mundo que (nunca) predijeron los mayas: la actividad solar y la alineación del Sol con el centro de la Vía Láctea. Sobre el primer punto debemos recordar que -hasta el día de hoy, 10 de noviembre- precisamente el Sol está mostrando uno de los máximos más débiles de los últimos ciclos de actividad. Como hablo en este artículo, la actividad solar sigue un ciclo de unos 11 años, pero a veces pueden producirse eventos imprevisibles como las fulguraciones (más probables en los momentos de máxima actividad) y para los que existe un dispositivo de vigilancia. En el peor de los casos los efectos de estos fenómenos pueden suponer la  destrucción de satélites y la interrupción temporal de las comunicaciones y el suministro eléctrico, lo que sin duda originaría serios contratiempos que obligarían a replantear muchos aspectos de nuestra excesiva dependencia de la electrónica, pero no el "fin del mundo". El segundo argumento es más peregrino, pues viene a decir que al alinearse la Tierra con el Sol y el centro de la galaxia recibiremos una especie fuerza cósmica amplificada que de la noche a la mañana nos hará algo, desde destruirnos hasta transformarnos en teletubbies. Pues bien, habría que recordar que desde nuestra órbita vemos todos los años al Sol en dirección aproximada al centro de la Vía Láctea durante el solsticio de invierno, y que si bien es cierto que este año se verá aparentemente más cerca de esa dirección, esto ocurre cada 25.776 años debido a la precesión de los equinoccios. Y que no me vengan ahora con historias de atlantes y lemures que de todos modos esta alineación no deja de ser un simple efecto de perspectiva, sin implicación física alguna. Me extraña que el agujero negro central de la Vía Láctea tenga un reloj sincronizado con el bamboleo de un planeta insignificante en su periferia.

Según se desprende de sus relieves y construcciones, los mayas fueron la civilización antigua que mostró un mayor desarrollo en la observación de los movimientos aparentes de los astros, con lo que crearon un complejo calendario que respondía a su preocupación por el tiempo y los ciclos. Pero es incorrecta la idealización de pueblo superavanzado y pacífico, pues las guerras entre ciudades pudieron ser frecuentes y sufrieron una decadencia por motivos similares a los de otras civilizaciones o imperios. En definitiva, que eran tan humanos como los persas, griegos, romanos o godos, pero con un sistema de creencias e ideas diferentes y un desarrollo proporcional a los recursos de su entorno, a su tecnología y a los intereses de sus gobernantes. Todo el embrollo del 2012 viene por la interpretación parcial de su calendario (y algún texto) desde una perspectiva de tiempo lineal judeocristiana que establece un inicio y un fin en forma de apocalipsis y juicio final, algo inexistente en la cosmogonía maya. En cualquier caso el cambio de ciclo de este calendario es completamente intrascendente fuera de su contexto religioso, pues únicamente supone el reinicio de un cómputo.

Todas las lunas, todos los años, todos los días, todos los vientos, toman su rumbo y se alejan.


Fuentes:

En la web: Instituto Nacional de Antropología e Historia de México; Arqueoastronomía
En papel: Elena ORTIZ GARCÍA: La astronomía entre los antiguos mayas. Colección «Selecciones de Misterios de la Arqueología» 
Galindo Trejo, Jesús. Arqueoastronomía en la américa antigua, ed. Equipo Sirius S.A CONACYT, México, 1994


Comentarios

  1. Estos judeocristianos siempre la lían con la espera del apocalipsis. Por otro lado será interesante el 24 encontrarse con algún conocido y soltarle eso de "tío hace la tira de baktunes que no te veía".

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    1. A mí la Junta de Andalucía me contestado que recibiré mi indemnización por despido "en un plazo de 2 baktunes hábiles a contar de la fecha 4 ahau 3 kankin y el dios Botín Yokté ascienda de los infiernos"

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  2. A palos con los profetas y los profetos4 de enero de 2013, 21:38

    Quiero elevar una protesta enérgica en este foro. Es 4 de enero de 2013 y ni meteoros ni rayos ni chuminás, sólo cuatro sandios que se fueron a un cerro de Serbia, un puñao de tontucios rrrrusos tomando valerianas y los inefables yanquis comprando conservas. Vaya mierda de fin del mundo. Sin embargo en España los genuinos fines del mundo vienen en cómputo semanal vía BOE tras cada Consejo de Ministros. Que lo ha dicho Nostradamus por ahí.

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  3. está muy bien organizado el tema, lastima por la gente que ansía el apocalipsis o el fin del mundo, esto no tiene nada que ver, el mundo se va a acabar cuando todo este planeta este sumamente contaminado, nada de profecias y esas cosas religiosas a si que no se ilucione mucho con el apocalipsis

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